Puede que no haga falta cinco vidas entre ovejas y vacas para entender y respetar la carne como nosotros lo hacemos. Pero son las que nos han hecho falta para llegar hasta aquí. Esta historia empieza con la tía Tomasa, la madre de Gerardo y de mi bisabuelo Eduardo. Luego vino mi abuelo Luis, que no solo fue ganadero y carnicero, sino el padre de tres carniceros (mi tío Eduardo, al que debo el nombre, mi tío Armando, y mi padre Carlos), que lleva al frente de este chiringuito familiar desde el año 86.
Se hizo cargo del puesto nº9 del Mercado de Nuevo Fleta, que para entonces sí que era nuevo, y se encontraba en pleno fulgor. Alto era el trajín de un mercado efervescente en plena avenida de ese barrio, parte obrera, parte aburguesada que era San Jose.
Luego llegó mi madre que, además de aprender el oficio, es una cocinera espectacular. Y así sus albóndigas, croquetas y lasañas cuentan con un merecidisimo reconocimiento popular.
Yo me sumé a la ecuación hace ya más de un lustro, formado como maestro cortador.